Las difíciles opciones para Biden en Medio Oriente

Olga Pellicer

El apoyo decidido de Joe Biden a Israel después de los atroces ataques perpetrados por Hamas en territorio israelí el 7 de octubre, era de esperarse. Estados Unidos ha sido el aliado indiscutible de Israel desde su nacimiento. Fue sin duda el país que mayormente influyó para su creación en 1948.

Hoy las circunstancias han cambiado. A medida que se desarrollan los acontecimientos y se generaliza la condena a las masacres cometidas por Israel contra civiles inocentes en Gaza, la posición de Biden se encuentra bajo asedio. Diversas circunstancias obligan a ver desde otras perspectivas lo que está ocurriendo cuando la voz dominante de Estados Unidos no tiene ya el peso que tenía hace 70 años.

Bombardeos a Gaza. Repulsa internacional. AP Photo / Abed Khaled

El primer factor a tomar en cuenta es la posición adquirida por las principales potencias regionales, a saber: Egipto, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Turquía. No se trata de un grupo homogéneo, todo lo contrario; los intereses nacionales de cada uno tienen especificidades muy variadas. Carecen de una estructura institucional en la que se hayan establecido posicionamientos comunes ante el problema de los enfrentamientos entre Palestina e Israel.

Sin embargo, han adquirido un poder económico, en ocasiones muy notable, como es el caso de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. En otros, un liderazgo reconocido como mediadores y participantes muy activo en asuntos regionales y mundiales, como Turquía y, de nuevo, Arabia Saudita. A su vez, no se puede olvidar la influencia mediática de los Emiratos a través de la cadena de información Al Jazeera.

La situación anterior permite afirmar que los miembros del mundo árabe desean resolver sus problemas por sí mismos, sin estar sometidos, en momento alguno, a posiciones de los Estados Unidos. En otras palabras, no se alinean con lo que se decida en las largas conversaciones que lleven a cabo Biden y Netanyahu. Los países árabes quieren ser los autores de su propia historia.

Países de la Liga Árabe. No se alinean a Washington. Foto: Ministerio de Relaciones Exteriores de Egipto

El segundo factor a tomar en consideración es el grado en que la solidaridad con Palestina ha revivido a partir de las acciones tan vengativas emprendidas por Israel. Una buena manera de ilustrar esos sentimientos son los debates y el resultado de la reunión de la Asamblea General de la ONU el viernes 20 de octubre. Se puso entonces a consideración el proyecto de resolución elaborado por Jordania pidiendo “una tregua humanitaria, inmediata, durable y sostenida” entre las fuerzas de Israel y los militantes de Hamas.

El resultado de la votación fue 120 a favor, 14 en contra y 44 abstenciones. Interesa advertir los votos en contra provenientes de Israel y Estados Unidos más 12 países pequeños, fácilmente manejables por motivos coyunturales. Los países de la Unión Europea votaron divididos: Francia, Bélgica, Portugal y España a favor. Otros como Alemania o el Reino Unido se abstuvieron. La influencia de Estados Unidos e Israel fue claramente minoritaria.

Las discusiones durante el debate fueron enormemente interesantes con motivo, sobre todo, del intento de Canadá de introducir una enmienda al texto cuyo propósito central era la condena explícita de Hamas como organización terrorista, mientras omitía mencionar las atrocidades que comete Israel.

Asamblea General de la ONU. Tregua humanitaria. AP Photo / Bebeto Mattews

Ahora bien, el tercer factor de enorme significado a considerar es la oposición a la solidaridad con Israel proveniente del interior mismo de la sociedad estadunidense. “Los demócratas se dividen sobre Israel mientras los jóvenes y diversos grupos se enfurecen contra Biden”, es el título de un largo artículo del New York Times (27/ 10 /23) reportando sobre el grado en que el tema de Israel ha revivido resentimientos y reclamos de las luchas raciales del 2020, asimilando el conocido slogan “la vida de los negros importa” a la vida de los palestinos importa. Dichos sentimientos pueden influir seriamente en la votación contraria a Biden el año próximo. 

Marcha pacifista en Nueva York. Presión interna

Finalmente, no se puede dejar de lado la fragilidad del gobierno de Israel. La difícil posición de Netanyahu es conocida. Las manifestaciones en su contra eran casi cotidianas antes que ocurrieran los ataques de Hamas el 7 de octubre. Existen grandes interrogantes sobre las condiciones que permitieron la inoperancia del servicio de inteligencia israelí, conocido por su enorme eficiencia a través del mundo.

 Los errores de cálculo que llevaron a concentrar a las fuerzas del ejército en la frontera con Líbano y Cisjordania, aunado al hecho que los servicios de inteligencia egipcios, según informaciones, habían detectado movimientos inquietantes por parte de Hamas, acentúan la poca credibilidad de Netanyahu y la escasa simpatía hacia él.

De otra parte, es conocido el distanciamiento que hay con el sector militar que, con enorme disciplina, se somete a las directivas del actual presidente, sin por ello ignorar las diferencias sobre objetivos y estrategias. 

Paradójicamente, la gravedad de la situación actual abre el camino a la esperanza de iniciar negociaciones. El tema de la creación de dos Estados ha revivido en diversos ámbitos y, como proyecto, podría estar más cercano que en ocasiones anteriores. Mucho dependerá de los actores que intervienen, tanto en el caso de los países árabes -con su nuevo poderío- como en el de los países occidentales, en particular la Unión Europea donde las posiciones opuestas a que nos hemos referido invitan a buscar un punto de conciliación.

En el contexto actual, el desafío más importante de la política exterior de Estados Unidos es convencer a Israel de aceptar una tregua por motivos humanitarios, detener la incursión en Gaza e iniciar negociaciones cuyo objetivo final sea la creación del Estado Palestino. Es una tarea cuesta arriba, pero sería la mejor herencia que puede dejar la política exterior de Biden y salir fortalecerlo, en vez de debilitado, para las elecciones del año entrante.

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