El daño está hecho

Francisco Báez Rodríguez

El llamado “periodo intercampañas” debería ser buen momento para reflexionar acerca de los saldos que han dejado en el país los primeros cinco años de gobierno de Andrés Manuel Löpez Obrador. Ver cuáles son los cambios de forma y de fondo, cuáles son las consecuencias y qué tanto de ello de debe o se puede revertir en los próximos años.

Una reflexión de ese tipo ya es una rara avis de nuestra democracia, ya demasiado acostumbrada a las apariencias, a las frases sueltas y a las posverdades. Ese, el deterioro de la deliberación pública y de la vida en común, es uno de los aspectos en donde el daño está hecho.

El daño está hecho es precisamente el título de un libro que analiza 16 de las principales políticas que ha impulsado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, desde una perspectiva de la izquierda democrática. Se trata, sí, de un libro crítico, pero no de una visión partidista. Y no trata de pegar por el gusto de hacerlo. Recoge algunos logros y muchos defectos, señala debilidades y, más allá, también esboza posibles soluciones a algunos de los problemas que aquejan a nuestra nación. La idea es ser documentados, críticos y propositivos.

En esta entrega comentaré sobre dos temas que aborda el libro y que están ligados entre sí. Uno es la política laboral; el otro, la perspectiva económica.

Luis Emilio Giménez Cacho, experto en la materia, señala que en política laboral hay acontecimientos que “merecen que su utilidad pública sea reconocida”, pero que también hay decisiones dudosas, por lo que “conviene separar la paja del grano”.

El aspecto más importante ha sido el aumento de los salarios mínimos reales, que ha mejorado sustancialmente la situación de los trabajadores del sector formal, lo que, “de sostenerse en el tiempo, puede implicar un cambio cualitativo en la participación de los asalariados en el producto nacional”.

Junto con ello, la instrumentación de reformas laborales anteriores y la aprobación de nuevos cambios han incidido en una mayor transparencia de las prácticas sindicales y una disminución (todavía está lejos la desaparición) de los llamados “contratos de protección” con líderes y sindicatos postizos. El problema, señala el propio Giménez Cacho, es que, dada la baja tasa de sindicalización del país y la poca participación de los trabajadores, afecta positivamente sólo a una minoría de ellos. El autor no omite que una parte de estos logros se debe al llamado “Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida”, que no fue idea del gobierno, sino resultado del nuevo tratado de libre comercio con EU y Canadá, por presiones de los sindicatos de allá.

Otras reformas positivas, no siempre por iniciativa de Morena, han sido las que regulan, por ejemplo, el outsourcing, las vacaciones obligatorias o el trabajo adolescente en el campo. Sin embargo, advierte, no debe hacerse un balance prematuro, ya que buena parte de su éxito consiste en acabar judicialmente con simulaciones, y el Poder Judicial tiene encima la espada de Damocles de la insuficiencia presupuestal (que se traduce en menor capacidad de resolución de problemas a la hora de la verdad).

En el otro polo, Giménez Cacho subraya la opacidad del programa laboral estrella, Jóvenes Construyendo el Futuro, en donde hay muy escasa información que no sea propagandística. Imprevisión e imprecisión, así como reglas de operación deficientes y cambiantes hacen difícil una correcta evaluación y dejan claro que su principal carácter es el político-clientelar.

En otro texto, José Casar, Rolando Cordera y Enrique Provencio diseccionan la recuperación económica de México y advierten sobre el optimismo excesivo, resultado del buen desempeño de 2023 y de las esperanzas que causa el nearshoring.

Los autores, conscientes de que la marcha de la economía mexicana suele estar asociada a la de Estados Unidos, hacen un comparativo interesante: la economía de EU cayó mucho menos que la de México en el año de la pandemia, y se recuperó en un solo año. En 2022, ellos estaban 7.5% por encima de su nivel de 2018, y México estaba todavía 6.3% por debajo.

Luego analizan las componentes del crecimiento reciente de la inversión y concluyen dos cosas: que el aumento en la industria de la construcción está explicado fundamentalmente por las obras emblemáticas del gobierno de AMLO (y en particular, por el polémico Tren Maya) y que el aumento en la inversión en maquinaria y equipo está ligado al tipo de cambio favorable: el superpeso los abarató, y hubo reposición después de años de muy baja inversión. El problema es que el crecimiento de la demanda interna sigue siendo lento y que, “aún con el reciente aumento de la inversión, esta se encuentra lejos todavía del nivel necesario para sostener un ritmo de crecimiento alto y sostenido”.

Casar, Cordera y Provencio señalan, luego de analizar la política de (no) fomento industrial, la fiscal y la monetaria, que el manejo de la política económica ha sido prácticamente idéntico al de los 25 años anteriores, e “indujo a una recesión innecesariamente profunda en 2020 y a una recuperación excesivamente lenta hasta 2022”, prevén una recuperación de dos años que se enfrentará luego a una brecha nacional de financiamiento, y que no bastará la relocalización para regresar a las tasas de crecimiento económico que requiere el país.

Concluyen que el principal límite “está en la mente de las élites políticas y económicas del país”, que no quieren revisar ni la política fiscal, ni el papel de la política macroeconómica, y mucho menos avanzar en una reforma del sistema financiero y de la banca de desarrollo.

Como se puede ver con estos ejemplos, la idea El daño está hecho es contribuir a una discusión de fondo, y no quedarse en la simplificación o la repetición de consignas. Hay que buscar, aunque haya resistencias para ello, el diálogo democrático para atender los problemas nacionales.

Con información de la Crónica

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