El día después de la guerra

Carlos Martínez Assad

Con el título festivo “Conferencia por la victoria de Israel” se realizó la convocatoria de los titulares de Seguridad, Itamar Ben- Gvir, y de Finanzas, Bezabel Smotrich, dos de los más jóvenes del gabinete derechista del primer ministro Benjamin Netanyahu para la “celebración” del domingo 28 de enero. Asistieron nueve ministros más de la misma filiación política y varios rabinos para animar a los miles de israelíes, en su mayoría jóvenes, que asistieron. De seguro estaban los conservadores religiosos exentos de formar parte de las filas del ejército de Israel y, probablemente, reservistas en su día de asueto.

“Los Acuerdos de Oslo están muertos, el pueblo de Israel vive”, coreaban mientras bailaban con el ritmo que sus consignas producían en un gran auditorio en Jerusalén que retumbaba con sus saltos. Afuera quedaban los miles de israelíes opuestos al gobierno que reclaman mayores negociaciones para el regreso de los rehenes que mantiene Hamas en Gaza y un alto al fuego que evite más muertes. 

No es coincidencia que la “celebración” se diera después de conocerse la decisión del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya que, para algunos, puede ser eximir a Israel del delito de genocidio; sin embargo, concluyó que ese país “prevenga la comisión de actos de genocidio”, que matiza esa primera impresión. Con lo cual se garantiza la entrada de ayuda humanitaria en Gaza, aunque surjan elementos para impedirla como suprimir los apoyos que recibe la UNRWA –agencia de Naciones Unidas–, creada desde 1949 para proveer de ayuda a los palestinos, al suponer Israel la presunción de delito de una decena de trabajadores que habrían apoyado a Hamas, de los más de 20 mil que trabajan para la agencia.

Netanyahu. Protestas en su contra. Foto: Leo Correae / AP  

Netanyahu ha sido enfático: “la misión de la UNRWA debe terminar”, con lo cual sólo insiste en lo que ha venido buscando que es desatender las recomendaciones de la ONU desvalorizando todas sus iniciativas. Incluso en los días previos a la resolución del TIJ varios de sus ministros expresaron que no reconocerían su veredicto porque seguramente ellos mismos creyeron sería más drástico.

En ese ambiente se convocó a la “celebración” del 28 de enero, donde se esgrimió una vez más el argumento que surgió de inmediato tras el asalto de Hamas el 7 de octubre último, enfatizando su desconocimiento de Oslo que pretendió desembocar en la cohabitación pacífica de Israel y Palestina, encargo al que se comprometieron el entonces primer ministro, Yitzhak Rabin, y el jefe de la OLP, Yasser Arafat. Los asistentes insistieron en sus argumentos de que lo que debe venir es la recolonización de Gaza por israelíes. 

En la “celebración” la propuesta que predominó fue la de desplazar a los gazatíes hacia Egipto, porque “si no queremos más 7 de octubre, debemos volver a nuestra casa y controlar el territorio”. 

La idea difundida por las autoridades políticas en muchas ocasiones, después de esa fecha fatal, se expresó: “Debemos encontrar el medio legal de hacer emigrar voluntariamente (a los palestinos) e imponerles pena de muerte a los terroristas”. No hay que abundar en que fueron los ministros de Likud quienes en sus discursos insistieron en la propuesta de expulsión de Gaza.

“Hay que hacerles comprender (a los palestinos) que no existe ninguna esperanza para el regreso”, dijo el ministro israelí de Inteligencia, esgrimiendo la intención de ubicarlos en la península de Sinaí, como la opción preferente del gobierno de Israel. Y dos millones y medio de gazatíes ya demostraron que pueden vivir en tiendas de campaña en el desierto, sin agua, sin cobijo, sin alimentos; es decir, se les puede hacer regresar a una vida primitiva, si eso puede llamarse vida en el siglo XXI, y si una acción como esa no implica intenciones genocidas, según el TIJ. 

La denuncia de Sudáfrica contra Israel en La Haya. Foto: Patrick Post / AP 

Hay que recordar que la Franja de Gaza fue ocupada por Israel, al igual que Cisjordania y el Este de Jerusalén, después de la guerra de 1967, convirtiéndose en país ocupante con todas las implicaciones según el derecho internacional que eso supone, en donde se iniciaron muchos de los problemas que se mantienen. En Gaza se establecieron 21 asentamientos de colonos israelíes que fueron desmantelados unilateralmente por el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, en 2005, contra el desacuerdo de los colonos que habían tenido serios enfrentamientos con los palestinos, y para en el final mostrar su desacuerdo destruyeron las viviendas y la infraestructura que habían construido.

El descontento fue revertido por el gobierno permitiendo nuevos asentamientos, principalmente de judíos conservadores en Cisjordania, que ha llevado a vivir en ese territorio supuestamente palestino a 400 mil israelíes. Una forma no tan nueva de colonización, que no es otra cosa que apropiación del territorio. En los Acuerdos de Oslo los asentamientos fueron motivo de gran discusión, convirtiéndose en uno de los obstáculos más serios a la posible creación de dos Estados. Lo que se contraponía también la propuesta de Arafat del retorno de los palestinos refugiados en diferentes países.

La coalición gubernamental en Israel reúne a un grupo político más extremista, partidario de la colonización; y ahora, como quedó de manifiesto, en la reunión del 28 de enero, también de la expulsión de los gazatíes. Una propuesta que pone fin a los dos Estados que prometió la ONU al dividir el territorio de la Palestina británica. 

Falta por conocer la acción de Estados Unidos que ha enarbolado esa propuesta junto con países europeos como España y Bélgica, así como de los israelíes que han ocupado las calles de Israel y exigido al gobierno que trabaje por la devolución de los rehenes que mantiene Hamas, en claro desacuerdo con las políticas de Netanyahu.

Funeral palestino en Rafah. Foto: AP/Fatima Shbair

El conocido político prospecto de primer ministro, Yair Lapid, calificó la “Conferencia por la victoria” de una “desgracia”; y Gadi Eisenkot, del Partido de Unidad Nacional, cuyo hijo Meir Gal de 25 años murió recientemente en Gaza, lamentó un evento que mina la solidaridad nacional, divide a la sociedad e incrementa la desconfianza respecto del gobierno. 

En espera aún, de propuestas racionales y humanitarias de lo que será el día después. 

Con información de Proceso

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